Escapándome unos momentos a la realidad, que a veces se me hace difícil de digerir, aprovecho que ya tengo los personajes para contarles a los más peques de la casa una historia sobre un dragón muy particular.
Utilizando una expresión de mi querida sobrina Sarah de seis años, de siempre se ha dicho que existe un vínculo entre dragones, doncellas y valientes caballeros.
Las historias suelen acabar con la muerte del dragón y el romance entre la doncella y el osado señor, pero en este caso no fue lo que aconteció.
Me contaron que en unas lejanas tierras malvivía un desgraciado dragón. Sí, he dicho desgraciado, porque el pobre se pasaba la mayoría de los días llorando. ¿Que por qué? Pues Ráfaga, que así se llamaba, tenía que estar escondiéndose continuamente de los terribles caballeros que lo acosaban. Parecía que estuviesen locos, todo el día ensañándose con él y tratando de matarlo. Si bien es cierto que la mayoría de los dragones eran agresivos, éste otro había nacido diferente. Sí que tenía una boca enorme llena de dientes afilados y una cola gigante que haría temblar al más valiente de los soldados pero no se sabe por qué este dragón nació sin ese instinto asesino que caracterizaba a los de su especie. Su naturaleza era serena y nunca sintió deseos de matar, hasta el punto que ni siquiera cuando lo molestaban lograban que surgiera el más mínimo sentimiento de venganza.
Por eso muchas veces lloraba. No entendía por qué si él no había causado daño alguno los minúsculos caballeros estaban empecinados en acabar con su existencia.
Un día de tantos en los que estaba sollozando se le acercó una hermosa doncella. ¿Cómo era posible? pensó. Normalmente los humanos no se atrevían siquiera a mirarlo a los ojos. La joven no sólo se puso a su lado sino que lo acarició y le habló en una lengua que no pudo entender. Era tan pequeña que sintió miedo de hacerle daño sin querer y puso máxima atención a sus movimientos. Ella estuvo un rato con él y luego se marchó, pero al día siguiente volvió a la misma hora y se sentó a su lado de nuevo y así siguió sucediendo día tras día.
Ráfaga no se lo podía creer. Ya no se sentía sólo y esperaba la llegada de la doncella todos los días con impaciencia y también con muchísima ilusión.
El dragón descubrió que la joven no veía y que caminaba con la ayuda de un bastón pero cualquiera que no lo supiera tardaría tiempo en darse cuenta.
Así pasaron los meses hasta que apareció otra vez un molesto caballero, que desde que lo vió cogió su espada y se dispuso a luchar contra él y a matarlo. Luego el joven reparó en la pequeña muchacha que descansaba en el regazo del dragón y se quedó completamente perplejo. ¿Cómo podía ser? ¿No eran acaso los dragones seres terribles venidos desde las profundidades de la tierra para acabar con los hombres? Siempre pensó que eran demonios que representaban al mal pero curiosamente el dragón cuando lo vió desenvainar su espada tapó a la joven para protegerla.
La doncella, que intuyó lo que pasaba, habló serenamente y se cree que fue la dulce voz de la muchacha la que dejó casi en trance al caballero pues en ese mismo instante tiró la espada al suelo y se quedó boquiabierto.
El miedo se convirtió en curiosidad y tanto el dragón como el joven se miraron y fue entonces cuando comprendieron que ninguno tenía nada en contra del otro y repararon en lo absurdo de la situación.
Fueron muchas las cosas que se aprendieron allí ese día. Tanto el dragón como el muchacho olvidaron sus prejuicios y se dieron la oportunidad de conocerse. Fue así cómo surgió una grandísima amistad entre este particular dragón, la bella doncella y el valiente caballero que perduró hasta el final de sus días.
Y colorín colorado, espero que te haya gustado.
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