Déjame
que te diga que te quiero. No me parecen
suficientes las mil y una veces que te lo he repetido.
Ahora
ya adulta podría hablarte de madre a madre pero tu enfermedad hace que a veces
no me entiendas y me mires extrañada. Todavía sabes quién soy y en esos claros oscuros que a veces surgen puedo permitirme recuperar un poquito de ti. En esos instantes hablamos, reímos y recordamos ...
Cuando
me das las gracias por guiar tus pasos siempre sonrío y pienso que en realidad la agradecida soy yo por
tenerte. ¡Qué orgullosa estoy de ti! Pienso en el pasado y en todos los
problemas que tuviste que enfrentar sola y créeme, todavía crece mi admiración.
Te
extraño. Estás sólo a ratitos y hay momentos en los que te ausentas y no
sé cómo hacer que regreses. Perdona, pero a veces se me olvida que ahora soy yo
la adulta y que tú lo que necesitas es de
mi serenidad y aplomo. Me has llamado mamá, confundida, y he sentido tristeza
pensando que te habías ido pero aquí sigues, resistiendo con esa energía que
siempre te hizo única.
Déjame
que te cuente que ahora que soy madre empiezo a saber lo que se hace por un
hijo. Yo, desde el momento en el que nacieron, sentí como si mi corazón se
expendiera y un trocito de él se colocara en cada uno de ellos. Sus alegrías me
hacen feliz y sus tristezas me conmueven. Supongo que lo mismo te debió suceder
a ti.
Hay
momentos en los que me sorprendo mirándolos complacida y agradecida por tanta
dicha. Son totalmente diferentes y cada uno tan especial. Trato de educarlos lo
mejor que sé, intentando respetar su individualidad y carácter.
Cuando
enfermé pedí primero meses, luego un par de años y al final décadas de vida
porque quería que mis hijos me pudieran recordar. Deseaba poder transmitirles
muchas cosas. Aprender a querer a los demás y
demostrárselo, a valorar lo que tienen, a respetar y tolerar lo que no
entienden, a ser honrados y a amar la naturaleza, los animales, .... Quizás el
día de mañana ellos decidan seguir otro camino pero no será porque no les hablé
de ello.
Mamá,
es curioso que a veces pensemos que las cosas caras son las que más valoran pero ahora sé que no
es así. Yo no puedo elegir lo que recordarán mis hijos de mí pero si tengo
claro lo que está en mi memoria. Momentos que no cambiaría por nada del mundo.
Tardes de domingo alrededor de la cocina esperando que terminaras de hacer
alguno de tus deliciosos postres, espacios de confidencias, risas, abrazos,
caricias.
Quisiera
que mis hijos recordaran que una madre ama incondicionalmente y que ellos desde antes
de nacer fueron queridos. Y también deseo que algún día puedan estar orgullosos
de mí como yo lo he estado y estoy de ti.
Déjame
repetirte una vez más cuánto te quiero...