Hoy les voy a contar a grandes rasgos mi experiencia personal con el silencio.
No pretendo dar lecciones de nada pero me gusta creer que lo que escribo puede servir en algún momento de reflexión a alguien y ese es precisamente el objetivo.
Les aseguro que el estar en silencio era algo que no entraba en mis planes. Con el afán de productividad exprimía los minutos al máximo y después de cada jornada de trabajo, al llegar a casa, encendía el botón del automático y casi en trance me ponía también en función "multitarea". Al mismo tiempo que preparaba la comida, oía las noticias, ponía la lavadora, planchaba, atendía a los niños, a mi madre,.... Qué les voy a contar, lo típico de estos días. Siempre con la sensación de tener los temas sujetos con alfileres, mi marido y yo hacíamos croquis con el objetivo de poder llegar a todo y cualquier contratiempo por mínimo que fuera nos rompía completamente los esquemas.
Acostumbrada a estar en acción, un día no me quedó otro remedio que parar bruscamente y fue ahí cuando hizo su aparición el silencio más absoluto. Descubrí con asombro que no era nada fácil permanecer en calma y por primera vez en mi vida fui consciente del ruido ensordecedor que había en mi cabeza.
Cerraba los ojos intentando aquietar mi mente y poder oir esa voz interior que todos poseemos pero no lo conseguía. Todo era confusión y caos.
Me entró el pánico porque sospechaba que había mensajes ocultos en el silencio que no era capaz de interpretar.
Afortunadamente y con el tiempo de práctica, al principio forzoso pero luego escogido, fue desapareciendo el ruido y empecé a captar las señales que sólo se pueden asimilar desde la quietud. A veces se trataba de cosas agradables y otras no lo eran tanto, pero merecían todo mi respeto y consideración.
Entendí que la resistencia anterior había sido causada por el miedo a enfrentarme a mi misma y al cambio si no me gustaba lo que encontraba.
Comprendí más tarde que el silencio también era un tiempo muy provechoso que me ayudaba a saber quién era y cómo me encontraba en cada momento. La sensibilidad hizo su aparición y mejoró mi percepción de las cosas, ayudándome también a ser mas intuitiva y a encontrar un espacio seguro dentro de mi.
La creatividad, que había estado dormida durante tantos años, entró como una tromba y había días en los que me encontraba a cualquier hora entusiasmada dibujando a personas que no conocía, paisajes que no había visto o escribiendo sobre temas en los que antes ni había reparado.
Creo que el momento en el que pude estar sola en silencio y disfrutar, hice las paces conmigo misma.
Aunque sé que voy contra corriente eso es precisamente a lo que les animo hoy. A practicar unos minutos de calma al día en los que puedan permanecer en silencio. Llámenlo meditación, recogimiento, abstracción o como les resulte más cómodo a su manera de pensar.
Les aconsejo que reserven un momento sólo para ustedes. A algunos les funcionará y a otros no, pero vale la pena intentarlo. Es una inversión de futuro que si son constantes a la larga les reportará múltiples beneficios.
Me despido agradeciendo su atención y con una frase de Alejandro Dumas que me encanta.
"Para toda clase de males hay dos remedios; el tiempo y el silencio"